Me duelen los ojos de tanto mirarte, Santa Marta
La abogada Grace Noguera Rodríguez hace un llamado a las nuevas generaciones para rescatar la ‘Perla de América’.
Por Grace Noguera R.
Desde hace ya 70 años, describía con sus ojos Gabriel Garcia Márquez a la majestuosa Santa Marta. En 1950, detrás de un seudónimo llamado ‘Septimus’ – El Heraldo, alcanzó a plasmar unas letras que revivirlas me causan dolor:
“Afortunadamente estuve en una ciudad –Santa Marta– donde cada piedra centenaria, cada monumento, cada instante de la hermosa bahía es un motivo para seguir dándole vueltas a este diario molinillo de impresiones”.
(…)
“La bahía misma es serena y apacible. Más que una ensenada propicia para las vacaciones, más que un magnífico fondeadero para los barcos internacionales, la bahía de Santa Marta es una sensación. Una apacible sensación de quietud, de bienestar, de mansedumbre. Podría decirse –por su extraordinaria belleza– que no es un paisaje, sino una ilusión óptica. Y hasta Mercedes de Armas, esa criatura frutal que habita la luz de Santa Marta es la belleza más reposada y serena que haya podido transitar por el mundo”.
Sin embargo, hoy, tal y como decía desde su obra “El General en su Laberinto”: “me duelen los ojos de tanto mirarla”, y no precisamente por su belleza o su historia, sino porque está, la ciudad tres veces santa, es actualmente reconocida por indicadores negativos de pobreza , seguridad , informalidad laboral entre otros; una infraestructura precaria que le quedo pequeña y obsoleta, calles inundadas en aguas residuales , un sistema de salud deteriorado acompañado de una ineficiente seguridad alimentaria (es la segunda ciudad de la costa Atlántica con mayor tasa de mortalidad en menores de 5 años por causa de desnutrición); y una educación precaria . Cifras significativamente alarmantes que impactan agresivamente la calidad de vida de todos los samarios, así como a los millones de turistas que llegan a visitar la Perla de América, lo cual se traduce en una ciudad menos competitiva y atractiva para los potenciales empresarios .
Por su parte, el Rodadero, un balneario reconocido por su imponencia fue el lugar preferido por décadas de los turistas a nivel nacional e internacional, y que hoy solo da ganas de llorar. Solo se escuchan críticas referentes a las múltiples problemáticas que padece y que no parecen encontrar solución en el corto o mediano plazo. A su vez Taganga, la aldea de los pescaderos, un paraíso único, hoy está plagado de basura, inseguridad, y su mayor atractivo para el turismo es la explotación sexual de jóvenes y niños. Con dolor Taganga ha perdido su encanto. Estas críticas se acentúan cuando evidenciamos un cáncer que aqueja la ciudad hace muchos años y es que la misma no cuenta con autoridad ni Ley. La falta de cultura y el individualismo que permea a todos quienes habitan en Santa Marta es lo que no nos permite pensar que sea posible un desarrollo urbanístico sostenible y planificado.
No obstante lo anterior, nadie puede desconocer las ventajas competitivas naturales con las que cuenta la capital del Magdalena, aquellas que debemos potencializar si queremos que la ciudad sea reconocida a nivel nacional por aspectos distintos a los olores desagradables que la rondan años atrás. Su ubicación privilegiada, el acceso al puerto de aguas profundas, con calado natural que permite el atraque de buques de grandes dimensiones. Acceso a la vía férrea y a la ruta del sol vía terrestre, que facilita el transporte hacia el centro del país. Playas paradisiacas únicas, el parque Tayrona que es pulmón para Suramérica, un clima mixto entre la sierra nevada y el mar caribe que permite variedad de cultivos, representando un mercado importante entre palmeros y bananeros. Pero lo último y no menos importante, una sociedad con calidad humana única, el samario es trabajador, echado pa’ lante, familiar, y solidario. ¿Qué pasa que esos valores no hemos logrado trasladarlo a nuestra ciudad? ¿Qué falta para permear al samario de ese sentido de pertenencia?
¿Cuál es el plan de nosotros los samarios? Que vamos a hacer las nuevas generaciones para lograr competir con las otras ciudades de Colombia, con ciudades vecinas como Barranquilla, que no siendo el turismo su principal atractivo, hoy nos llevan años luz en infraestructura, atención y servicio públicos ofreciendo bienes de calidad a sus habitantes y a quienes llegan a visitarla. ¿Cuándo lograremos sentirnos orgullosos de nuestra tierra? es ese sentido de pertenencia el que ha escaseado para unirnos en un mismo propósito y sacarla de ese hueco en que cayó hace décadas. ¿Cuándo lograremos unir esfuerzos entre las autoridades locales, el sector privado, la sociedad civil y los académicos para trabajar de forma articulada? Necesitamos un plan a desarrollar por 20 años, que trascienda a los políticos de turno, quienes destruyen lo adelantado por sus antecesores por capricho o solo porque no coincide con su plan de gobierno. Es evidente que ya Santa Marta tiene un diagnóstico claro; llegó la hora de ejecutar, de rescatar a nuestro paciente en coma.
Eres mágica mi sama, eres bondadosa, y siendo la primera ciudad de Colombia en ser fundada, no mereces la suerte que vives. Aquí estamos una nueva generación dispuesta a trabajar por recuperar tu encanto. Llegó la hora de despertar a ver si logramos devolverte algo de lo mucho que nos has ofrecido. Este llamado atención me lo hago a título personal, a mis conocidos y a todo aquel samario que tenga las ganas de sentirse orgulloso y volver a ver una ciudad que conquiste a todo el que la visita y no desde la nostalgia, ese sentimiento que aflora por los recuerdos de quienes te vivimos desde la infancia y que cada día se desdibuja cuando tenemos que enfrentar la realidad.